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jueves, 15 de marzo de 2012

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Intitularse...



Las personas quieren intitularse y sus nombres no les basta. Es que la vida a veces o casi siempre carece de significación y es necesario aferrarse a cartones, epítetos y calificativos que nos aporten algo de sentido.


Odio las burocracias, no resisto llamar a alguien doctor o ingeniero, ruego que no me llamen ingeniero; antes del título me gane el nombre y antes de ellos dos era ser humano. Creo que odio a los que se creen mejores porque estudian alguna carrera puntual, es que sentirse mejor por algo que no tiene merito alguno (porque no lo tiene), algo que cualquiera que tenga el dinero para hacerlo puede lograr, es una estolidez. Ser profesional se trata de tener dinero para pagar la universidad.


Yo comprendo a alguien que se sienta mejor por ser artista o por tener algún talento único, pero sentirse mejor por tener capacidad económica para una educación superior es patético.


La gente profesional es aburrida, si ama su carrera, lo es. Conversar con ellos da hastío porque no ven la belleza de las cosas, solo piensan en adquirir bienes, en el cuatro por mil, en cuanto les descontó el banco, en cambiar el carro, en las putas que se van a comer. Y es que la gente profesional es (somos) tan hija de su madre como lo son aquellos que mandamos a comer mierda todos los días: jefes y dueños de empresa y el que coordina las rutas del MIO y el que asigna el numero de cajas abiertas en el supermercado y el que dijo que en el país hay que madrugar a las siete de la mañana y trabajar más horas que en el resto del mundo pero producir menos.


“Es horrible esto de despertar” cada día de la semana y saber que detienes el bus hacia los profesionales.


“Es horrible esto de despertar. Deberíamos fallecer de noche, antes de que… los oficinistas continuarán cogiendo el metro sin maravillarse con el violeta amanecer que despunta en el horizonte “ http://heartfeltlies.blogspot.com/

jueves, 19 de enero de 2012

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El lado de la fuerza...



El problema de la humanidad, la razón de todos sus grandes fracasos y nuestro punto débil, es la falta de claridad al distinguir el mal del bien. Es algo que nunca alcanzaremos, es que existe un bien total y un bien subjetivo, personal, que nos obnubila. Alguna vez, en una entrevista de trabajo me dijeron que el paso a seguir era pasar por una prueba en el Polígrafo. Decidí abandonar el proceso de selección, claro, tenía vergüenza absoluta de contar que me robe una chocolatina Jet de un supermercado a los diez años y que he tomado y fumado algo más que una copa de jerez o un Marlboro.


Por supuesto que el problema de fondo en aquella situación no era que yo tuviera algunas máculas en el pasado, como cada quien, sino el universo de moldes que ha querido crear la psicología laboral; pero ese es otro tema. La cuestión es que no me parece que haber robado ese dulce o hacer lo otro haya sido una mala acción, ese es mi “bien” subjetivo.

Si nos roban en la calle nos parece una fechoría, si asaltamos nosotros elementos con derechos de autor de Internet, ya no nos parece tan malo el asunto. Todos saqueamos en Internet, aun así, tenemos la impudicia de ofendernos y abrir los ojos cuándo nos hablan de una ley para luchar contra esos robos.

Estoy en contra de la ley Sopa, pero solo porque no me conviene (El “bien” subjetivo); no obstante la ley está planteada para frenar algo que no está bien hecho. Los que alegamos por una supuesta libertad en la red, no somos más que piratas. No soy un artista, ni cineasta, ni nadie que pueda tener algo con derechos de autor en la red. Pero si lo tuviera, seguramente la aprobaría; odiaría que me robaran en internet, así como detesto que lo haga un ladrón en la calle.

La ley Sopa dejo a un buen ángulo de luz lo peor de nosotros. Criminales orgullosos, “Anakines” que no nos decidimos entre el lado luminoso o el lado oscuro de la fuerza..