No se puede negar que el mundo moderno se mueve al ritmo de ciertos factores. Entre ellos el tedio y el aburrimiento son los culpables de muchas de nuestras costumbres, de nuestra idiosincrasia.
Como la gente no encuentra nada que hacer, surgen negocios (sí, negocios) para cada ocasión. El reggaetón, Shakira y Juanes no son más que el resultado de nuestro hastió. También lo es Harry Potter, aunque al final de las dos horas de película te termine aburriendo más porque no pasa nada. Si la gente no estuviera aburrida no buscaría diversión vacía; escucharía música clásica, leería libros, tomaría vino, entablaría coloquios y no celebraría cumpleaños.
Nunca entendí los cumpleaños, la verdad no entiendo los onomásticos en general. ¿Qué celebramos, qué somos un año más viejos o qué nos queda un año menos de vida? La gente quiere celebrar su cumpleaños, pero no quiere envejecer, no hay coherencia en ello.
Me aburren los cumpleaños porque tienes que aparentar ante los demás que te interesa el hecho de su nacimiento, cuando, si no hubieran nacido, ni siquiera los conoceríamos. Tienes que sonreír, saludar y felicitar a compañeros de trabajo a los que no saludas en todo el año. No “tienes”, pero tampoco quieres perderte el refrigerio. No “tienes”, pero cómo perder la oportunidad de dejar de trabajar por diez minutos.
Un cumpleaños es como una pequeña navidad, pero sin tanta hipocresía en el aire. La gente felicita porque quiere comer helado, es apenas entendible. Entonces usted en un instante se encuentra rodeado entre personas que hace dos minutos no sabían que usted nació años atrás, lo congratulan y lo abrazan con interés fingido. Haga el ensayo, quite la fecha de su natalicio en Facebook y las felicitaciones se reducen de la mitad a ninguna, o aun más divertido, cambie su fecha en el perfil y vera como todos los oportunistas lo agasajan en la fecha equivocada. Lo hizo un amigo, el resultado fue el esperado.
